La Tertulia Musi♫lite. La Música ♫ 7
Aviso a tertulianos y tertulianas: Seguro que habremos disfrutado oyendo y viendo por televisión, un año más, el concierto de Año Nuevo de Viena, aún mas disfrutaremos viéndolo y oyéndolo en directo. Organizado por la Asociación ProMúsica de Águilas, el 2 de enero está programado el siguiente concierto de AÑO NUEVO 2017:
GRAN GALA CONCIERTO DE AÑO NUEVO
LES INVITAMOS A DISFRUTAR CON LOS VALSES, MARCHAS Y DANZAS DE
ESTE GRAN CONCIERTO Y A BRINDAR JUNTO A NOSOTROS PARA QUE ESTE
AÑO 2017 NOS LLENE DE FELICIDAD.
PARA
MÁS INFORMACIÓN Y ADQUISICIÓN DE ABONOS Y ENTRADAS PUEDEN DIRIGIRSE A VIAJES
ALMEIDA C/. FRANCISCO RABAL,1 TELF. 968410828, PRO MÚSICA ÁGUILAS, C/.
CASTELAR, 2 - 2º TELF. 626476389 Y TAMBIÉN EN TAQUILLAS DEL AUDITORIO DESDE DOS
HORAS ANTES DEL COMIENZO DEL CONCIERTO.
Para no abonados colaboración 15 Euros.
Menores de 18 años 50% descuento.
Para no abonados colaboración 15 Euros.
Menores de 18 años 50% descuento.
This time you can buy your tickets
at C /. Castelar, nº. 2 - 2nd Tel: 626 476 389, Viajes Almeida, C/. Francisco Rabal Telf. 968 410828 and also in
auditorium from 2 hours before start the concert.
NOTAS AL PROGRAMA
“Soñar es ya despertar”
Maria Zambrano
Los Strauss: ¿canto del cisne o ave fénix? Es curioso
pararse a analizar el papel de la familia Strauss en esto de la contribución de
su música al inicio de cada año. De ahí, a modo de título, la pregunta inicial
con la pretensión de que, en un día tan especial, nos demos un minuto para
pararnos a pensar en el significado y necesaria pervivencia de nuestra
celebración musical.
Canto del cisne porque la historia de la familia está inexcusablemente unida a
la historia de Viena y, por ende, de la propia Austria. Solo hace falta dejar
caer que ya “papá” Strauss, Johann I – sí, el autor de la famosa marcha
Radetsky, el bis del concierto en el que todos hacemos palmas – fue un músico
de pro en la boyante Viena de la primera mitad del XIX. Bien relacionado con la
aristocracia e incluso con el emperador esto le permitiría iniciar la más
rentable, económicamente hablando claro, de las sagas de la Música Occidental.
Siguiendo el repaso de tan musical hogar, no es necesario que les presente a
los tres hijos Strauss. Todos, Johann, Josef y Eduard, continuaron la venturosa
empresa familiar y bien de manera conjunta unas veces o de forma separada las
más, crearon distintas orquestas de baile que interpretaban sin descanso las
músicas de unos y otros en la voluble Viena. Aunque es justo decir que la relación
de todos y cada uno de ellos para con sus congéneres no siempre fue muy
fraternal, la exitosa fórmula paterna parecía no tener ocaso y así, disfrutaron
sin duda alguna de mucho mayor éxito que el patriarca y fundador de la idea.
Ahora bien y vuelvo al inicio, la existencia de la pócima Strauss va ligada a
la inevitable decadencia del Imperio Austro-Húngaro a finales del siglo XIX y
que llevaría sin remedio a la Gran Guerra de 1914 y digo más, sin remedio a la
desaparición de una Europa que alguna vez creyó que la felicidad duraría
hasta la eternidad.
En una Viena que vivía en permanente engaño hacia la política y los avatares
históricos que se avecinaban, donde iniciaban sus proposiciones los Klimt,
Freud o Schoenberg, los salones de baile atestados de parejas
abandonándose en sus trajes de gala a algún vals de los Strauss, sus dorados
decorados y sus centros de hermosas flores, no hacían más que atestiguar el
hundimiento de una sociedad que agonizaba con sosegada parsimonia y
autocomplaciente ceguera ante el venidero, rupturista y terrible siglo XX.
Cual orquesta del Titanic, interpretando en cubierta el “Nearer, my God, to
Thee” hasta el inevitable colapso, sonaron los valses de la familia en esa
Viena abocada a la profética desolación antes de caer en el olvido y ser
devorados por la modernidad incipiente y el Nuevo Orden.
Será más de treinta años después cuándo, y cómo ave fénix, la música de los
Strauss resurja de las cenizas de un glorioso pasado y vuelva a tener la
función lúdica y despreocupada para la que fue compuesta, ahora bien en esta
ocasión con una motivación menos pueril. Será pues, como digo, en el brillante
momento en el que Clemens Krauss - el célebre director de la Filarmónica de Viena
del que ya hemos hablado en alguna ocasión - organizó en Viena un Gran
Concierto de Año Nuevo dedicado a la música de la saga Strauss. El momento no
podía ser más triste protagonizándolo una música tan alegre; en 1939 Austria ya
había caído bajo la dominación nazi y estallado la 2ª Guerra Mundial. Bajo la
amenaza de desaparecer ante la nueva política cultural y antisemita alemana,
los filarmónicos y su director ofrecieron este concierto como alegato de su
propia pervivencia, pero y más importante, como reivindicación de una
nacionalidad que estaba siendo devorada.
Sorprende, y a algunos incluso con razón asusta, cómo la Música en todo tiempo
y lugar ha permitido, con su lenguaje misterioso, proclamar y simbolizar los
deseos de libertad de los pueblos, deseos que dichos por otros medios hubieran
significado represión y quizás el aniquilamiento.
Ave fénix también en lo económico ya que los derechos televisivos y de
explotación que genera el popular concierto del 1 de enero con la llegada de la
televisión y la globalización solo son comparables a los alcanzados por las
estrellas del Rock o el cine. Lástima que los herederos ya no cobren derechos
de autoría pero, como demuestran los hechos, la empresa sigue funcionando.
No tenemos por qué elegir si final o renacer pero como Eduardo Galeano nos
preguntaría: “¿La Historia
se repite? ¿O se repite sólo como penitencia de quienes son incapaces de
escucharla?”.
Una ocasión más, feliz año 2017.