viernes, 14 de octubre de 2016

La Tertulia Musi♫lite. La Música♫



La Tertulia Musilite.La Música ♫ 1



            Este canon que yo titulo El libro,  está inspirado en las noches de verano en que me sentaba en el suelo de la acera (“baldosa” decimos en Águilas ¿verdad?) y recostaba mi cabeza en las rodillas de mi abuela María mientras ella contaba historias que a mí me encantaban. No recuerdo si primero tararee la música, o fue escribiendo que la música se convocó a sí misma. Luego se la canté a mi hija María y ella hizo una in situ notación. A vosotros dos, Marina y Lucas, ya os la había cantado e intentamos el canon conjuntamente, no salió mal ¿os acordáis? Este ejemplo servirá para lo que voy a tratar  a continuación, y después abrimos un turno de palabras para la tertulia.

             Una definición muy corriente de música la define como “el arte de bien combinar los sonidos con el tiempo”. Y el silencio… añadiría yo.


 


               Como yo la vivo, la música va íntimamente ligada a la escritura. A veces es un sonido el que despierta una palabra, una idea y, otras, es una palabra, una frase, un poema, una idea, una imagen, un olor… lo que despierta un sonido, una melodía. A lo largo de esa novela que acabo de publicar, han sonado tantas dispares melodías: sinfónica, popular, de cantautor… que bien podría decirse que son esos sonidos musicales los que ha escrito y han desarrollado la trama de El Misterio de la Isla del Fraile, y no yo. La música, la llamada culta y las “otras” envuelven nuestra vida y sus sonidos alimentan nuestras neuronas, por eso, aún sintiendo enorme felicidad por saber que en el pueblo en donde nací, Águilas, continúa dando buena cosecha la Escuela y Banda de Música de la cual yo mismo fui educando hasta que, en Enero de 1961, marché a Valencia, no podéis imaginaros mi entusiasmo al conocer la existencia de la Asociación ProMúsica, organizadora de conciertos de clásica en el Auditorio de Águilas, singular arquitectura que  resalta en la bahía; habiéndose celebrado el último de la temporada 2015-2016, en el incomparable marco del Castillo de San Juan de las Águilas.
            Naturalmente que los sonidos musicales pueden sernos agradables o desagradables, incluso emplearse como arma de guerra, sumirnos en una romántica melancolía o elevarnos a un optimismo y alegría exultantes o ayudarnos a entender mejor ciertos aspectos de las matemáticas y la física. Sin embargo y, de forma general, aunque no seamos plenamente conscientes, la Música influye definitivamente en nuestros comportamientos y en nuestras decisiones personales del cada día, sus sonidos, su ritmo, su melodía, sus silencios, llevan interviniendo en nuestras neuronas desde el vientre de nuestras madres.


            Todo lo que intento transmitir en las líneas anteriores, lo explicó mucho mejor Sara Oxenstein en una conferencia impartida  en Lima el 26 de Agosto 2008, de la cual he entresacado lo siguiente:


{EL IMPACTO DE LA MUSICA EN LAS EMOCIONES Sara Oxenstein

                                                     ¨La música es la melodía cuyo texto es el mundo¨  Arthur Schopenhauer

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            La música se introduce sin filtro hasta lo más recóndito de nuestras emociones, impregnando nuestros pensamientos, ideas, hasta nuestros planes y decisiones, influye en nuestras percepciones tanto de la realidad interna como de la externa y manipula sutilmente y muchas veces de manera inconsciente nuestro estado anímico.

            La palabra Oír deriva del latín audire que a su vez deriva oboedire y que significa obedecer. El sonido, traspasa, perfora, no conoce límites. Estamos obligados a escucharlo, no podemos cancelarlo ni tapando los oídos. Le obedecemos siendo que tiene además ventaja sobre la visión puesto que puede transmitirse en la oscuridad, viaja alrededor de las cosas alcanzando a la persona en donde se encuentre.

            Algunas melodías ó canciones activan de inmediato el recuerdo de una huella que marca un momento específico en la vida ya sea de nuestra niñez, en la época del colegio,  adolescencia, el primer pretendiente, los hijos, etc. Melodías que nos avientan al pasado sin pedirnos permiso y logran un silencio, una abstracción en donde se instala la nostalgia. Es un recuerdo que liga imagen y afecto. Además una pieza musical nos puede evocar no solo un momento sino toda una situación por ejemplo el restaurante donde estábamos, el decorado que tenía, el olor de la comida, la persona que nos acompañaba y la emoción que sentimos.

            La música es un lenguaje, se aprende, se recibe y se da. Por ser precisamente un lenguaje transmite mensajes que son altamente expresivos en emociones. Se produce una expectativa, un goce estético. La palabra música (del griego: "el arte de las musas") es según la definición tradicional del término, el arte de organizar sensible y lógicamente una combinación coherente de sonidos y silencios utilizando los principios fundamentales de la melodía, la armonía y el ritmo, mediante la intervención de complejos procesos psico-anímicos. En Grecia también se le decía música a la poesía y a la danza como arte unitario.

            La música es parte integrativa de una gran cantidad de actividades humanas. No hay cultura en donde no se hayan encontrado trazos arqueológicos de instrumentos musicales ó las pinturas de danza halladas en las cuevas.  Seguramente los truenos, viento y lluvia influyeron en el hombre primitivo. Allí en donde se juntan las personas allí hay música desde un principio ha sido compañera indispensable de rituales religiosos, mágicos y profanos. Se le usa para enfatizar emocionalmente sucesos patrióticos, fúnebres, militares, dramáticos o heroicos. Bodas, fiestas, deportes, graduaciones, rezos, cenas románticas, se emplea de fondo para el estudio o al comer, para ir a dormir, para enseñar a los niños, para relajarse por un dolor ó por estrés, para llorar una pena, para saltar de alegría, para enjuagar lágrimas por un amor prohibido. 
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            La música con o sin palabras alcanza el cuerpo. Sus metáforas son somáticas, cuántas veces hemos escuchado frases como: ¨esa canción me pone los pelos de punta, la piel de gallina, me produce llanto, escalofríos, alegría, miedo, nostalgia, etc.¨
La música nos desnuda, nos hace reconocer que tenemos un cuerpo, nos invade, nos conoce, sabe nuestros secretos y nos los muestra llevándonos hasta el más allá del que ella sabe muy bien. 
            Lo importante es la propia música: sobre todo saberla oír bebiendo del placer que nos transmite, de la afectividad que nos conmueve y de las ideas que nos suscita. Produce una enorme fascinación, provoca conocimiento del mundo, de nosotros. 
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            La música es ese canto anterior al lenguaje, es lo anterior a la culpa, anterior a la primera caída de bruces del infante contra el suelo, es esa melodía del corazón de la madre con los susurros retumbantes del exterior. Es eso que acompañaba nuestro ser desde el principio. Desde el origen del sujeto y la cultura.
            Los antiguos griegos le adjudicaban a la música una facultad de hechizo por la poesía y el sonido que son elementos poderosos para ensoñar, que producen fantasía. Para los pitagóricos el alma es armonía y la forma en que se revela es a través de la música. 
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            Este autor (Didier Anzieu psicoanalista francés) dice que la envoltura sonora es muy primaria. Antes de hablar, cantamos. Lo primero que nos llega desde las profundidades del cuerpo y del ser materno es su musicalidad, los tonos de voz.  Los latidos del corazón de la madre que expresan emoción. El feto dentro del útero escucha los ritmos internos de los órganos, los arpegios que componen el sistema respiratorio y que a veces conseguirá que el bebé por nacer se retuerza y aleje por angustia y otras veces conseguirá que se deleite y baile de alegría, escucha la musicalidad de la circulación de los fluídos y sus gorgoteos y suspiros. Los latidos dentro del cordón umbilical y la voz de la madre que retumba en las cavidades del cuerpo. Madre e hijo están relacionados por el ¨baño sonoro de la madre¨. Es así que la relación entre música y cuerpo es tan privada. El cuerpo en estado de música es ese cuerpo que es visceral, tactil, crudo, profundo.
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            Cuando el bebe nace sale de un mundo en el que estaba protegido. Pero la envoltura sonora continuará en el exterior como sensación a partir de vivencias sonoras cotidianas, los ruidos, música, palabras, voces, vibraciones y silencios del entorno familiar y del mundo externo. Es un vivenciar sonoro en que los estímulos producirán las sensaciones, la percepción, la emoción y la fantasía.

            El grito inaugural del neonato llega como un canto provocado por la separación de la madre. La dimensión acústica y musical acompaña todo el período perinatal, una historia de cuerpo y el ritmo que estuvieron presentes en el interior de la madre. La voz de la madre con sus arrullos, sus canciones de cuna son una fuente de placer y armonía corporal. Los sonidos cariñosos con el acompañamiento de elementos rítmicos evocarán pues estados de ánimos placenteros para toda la vida.

            El Dr. Mark Tramo, músico, compositor, neurólogo y director de ¨The Institute for Music & Brain Science Harvard Medical School¨ dedicado a la investigación de la relación entre melodía, armonía y ritmo y las emociones y sentimientos que producen a nivel de las células cerebrales, considera que ¨la música está en nuestros genes¨. ¨La emoción que produce la música tiene que ver con los sentidos, con lo primario con lo metacomunicacional. Cuando la música da en la tecla de nuestros sentimientos, es ahí donde habla de nosotros. Cada persona tendrá su propia melodía que produzca ese temblor, esa emoción, ese impacto del que hablamos¨.

            Los científicos consideran que estas respuestas son evidencia de que ciertas reglas de la música están ya conectadas, cableadas en el cerebro. Y el mundo de la experiencia se construye sólo gradualmente en parte en base a rasgos y habilidades innatos pero principalmente se moldea por la interacción con el medio. 

            El placer de la música revive la fusión primitiva, la voz hipnótica del deseo, la voz del amor alucinado. Cada órgano, cada célula, cada átomo de nuestro cuerpo funciona y trabaja rítmicamente. Nuestro cuerpo es una orquesta en movimiento que se unifica al exterior de nuestros pensamientos y deseos.

            La música involucra la emoción tanto en quien la percibe como en quien la produce, ejecuta o canta. Cuando un acorde nos produce un delicioso escalofrío se activan en el cerebro los mismos centros de placer que actúan al comer chocolate, hacer el amor o tomar ciertas drogas.

            A partir de diversos tipos de música se pueden inducir diferentes estados de ánimo que tendrán consecuencias en tareas psicomotoras y cognitivas. Por ejemplo se puede escuchar un tipo de música estimulante que aumenta la energía corporal, induce a la acción y estimula las emociones. O también está el tipo de música sedante que es de naturaleza melódica sostenida y se caracteriza por tener un ritmo regular, una dinámica predecible, consonancia armónica y timbre vocal e instrumental reconocible con efectos tranquilizantes. De tal manera que invoca  primitivos estados de ánimo, ya sea atemorizantes o juguetonamente excitantes, relajantes, puede causar suspenso y también apaciguar y adormecer.
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            Las investigaciones más recientes han revelado que la música, al actuar sobre el sistema nervioso central aumenta los niveles de endorfinas, los opiáceos propios del cerebro, así como los de otros neurotransmisores como la dopamina, la acetilcolina y la oxitocina. De las endorfinas se ha descubierto que dan motivación y energía ante la vida, que producen alegría y optimismo, que disminuyen el dolor; que contribuyen a la sensación de bienestar; que estimulan sentimientos de gratitud y satisfacción existencial. Se sabe que la liberación de endorfinas disminuye la necesidad de medicamentos y alivia la ansiedad ayudando en diversas patologías como la depresión por ejemplo pues la música es capaz de transformar las experiencias más dolorosas y abrumadoras en algo tolerable y hasta placentero.
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            La mente consciente, aún la más racional y planificadora opera bajo la influencia permanente de la realidad afectiva. Las emociones condicionan en alto grado el desarrollo de la motivación y ésta es el elemento impulsor más poderoso de la conducta. Es importante el componente afectivo del procesamiento musical; la música es un poderoso instrumento para evocar emociones y lo hace a través de las áreas cerebrales encargadas de esta función biológica.
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            En la crítica artística la palabra pathos se utiliza para referirse a la íntima emoción presente en una obra de arte que despierta otra similar en quien la contempla. 

            ¿Qué pasa con las hormonas frente a la música? La liberación de hormonas provocada por la condición emocional produce grandes cambios en el organismo: se descarga la glucosa almacenada para dar energía, aumenta la presión sanguínea, se altera o inmoviliza el sistema muscular al aumentar el flujo sanguíneo, se afecta el  sistema inmunológico, el carácter de la persona reacciona.

            Lo anterior nos ayuda a entender cómo la música (vía los sentidos y las emociones) afecta al cerebro en consecuencia a la mente y al resto del cuerpo. 

            El círculo se forma mediante el cerebro que recibe los efectos de las hormonas liberadas por las glándulas y el mismo cerebro respondiendo a estímulos externos e internos y termina enviando información a las glándulas para secretar más hormonas.

            La adrenalina en el cerebro activa centros nerviosos tales como el centro de las emociones y el de la memoria. Un resultado importante de la liberación de adrenalina es que afecta particularmente a un grupo de células cerebrales de forma almendrada conocido como la amígdala. A la amígdala se le puede considerar como el mayor centro de mando emocional. Cuando hay actividad en ésta es seguro que el sujeto está experimentando emociones. Además entre más adrenalina llegue al cerebro el recuerdo de la experiencia vivida en ese momento se fortalece quedando fuertemente grabado en la memoria.

            Estudios muestran que una misma música puede aumentar o disminuir las hormonas del estrés en diferentes personas dependiendo de los sujetos porque no es sólo cuestión de tipos de música sino también del estado mental y de conocimiento del individuo. Ésta es una consideración importante para entender la interacción música, hormonas y cerebro.

            Si un experto escucha música prestará atención a cosas que al resto nos pasa desapercibido. Los que no somos expertos en la materia lo que hacemos es simplemente disfrutar de la música como si se disfrutara de un postre y sin saber los secretos que un Cheff si sabe.  No nos detenemos a pensar que hay detrás de lo que estamos saboreando sin embargo el Cheff sabrá perfectamente frente al paladear un tiramisú si la mantequilla es francesa ó el queso es de verdad mascarpone, cuál será la densidad de la harina y además descubrirá el secreto toque de maracuyá.
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            Para terminar puedo decir que LA MUSICA es entonces capaz de evocar poderosas emociones. Es tan antigua como el hombre, natural y espontánea, inmediata y necesaria como la comunicación y el lenguaje y es también tan eficaz moduladora de las funciones cerebrales como genuina satisfacción de estética y libertad, atributos que la convierten en una auténtica, bella y legítima experiencia propiciadora de creatividad. Qué más? pues refina la sensibilidad y fortalece el desarrollo intelectual, culminando con el enriquecimiento global de la personalidad de la persona y conformando así un ser humano más armonioso en su totalidad. El hombre asimilará, repetirá, aplicará y perfeccionará en el campo de sus experiencias personales que más tarde determinarán su desarrollo y conducta emocional.
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Lima, 26 de Agosto 2008 }


            Hasta lo anterior, lo que más me ha interesado del discurso de Sara Oxenstein. Ahora si os parece, el debate. ¿Quién toma la palabra en primer lugar? ¿Tú, Marina? Tú, Lucas? 


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